Una vez que hemos alcanzado la base del Puente Nuevo, observaremos que en su machón derecho existe un pequeño pasadizo o túnel que se hizo durante su construcción para que por él pudiera seguir saliendo el agua que, durante siglos atrás, proveniente del otro lado donde se encuentra el azud, abastecía de agua a las acequias árabes que, labradas en la roca de la ladera, transcurren por los hasta trece molinos harineros y batanes asentados en la pendiente que allí existieron, cuyas ruinas se encuentran completamente cubiertas por la maleza.
Este pasadizo aparece en varios dibujos y planos de los arquitectos-ingenieros Loys Monteagudo, Manuel Godoy y Martín Aldehuela, que tuvieron en cuenta la acequia árabe tradicional para que siguiera en uso y el puente no la tapara.
Toda esa zona, caminos, molinos y acequias constituyen la área industrial de la ladera occidental del Tajo, cuyas acequias hacían mover sus piedras y regar las huertas de la Hoya del Tajo (milagrosamente todavía en funcionamiento, a pasar de su estado ruinoso, gracias al esfuerzo de generaciones de hortelanos). Ambos elementos, molinos y todo el sistema hidráulico, son cuanto menos de origen árabe, a falta de la pertinente intervención arqueológica que arroje certera luz sobre estos vestigios muy antiguos de la ciudad rondeña.
Camino histórico, de mucho trasiego, por donde transitaba la carga en caballerías y/o mulos, tanto del trigo como de la harina y hortalizas del Tajo. Hasta conectar con la canalización de la acequia árabe que nos muestra unos interesantísimos ingenios hidráulicos como sifones, toboganes, bóvedas, rebosaderos, cárcavos, túneles…
Estos molinos harineros se instalaron en esta zona, porque la misma ofrecía unas condiciones naturales óptimas para este tipo de industria hidráulica tradicional: un curso fluvial relativamente abundante (en aquella época) y un terreno pendiente que facilitaba sobremanera el uso del agua como fuente de energía.
Los molinos se hallaban sucediéndose unos a otros, muy juntos, enriscados en la ladera noroeste del Tajo, aprovechando el agua que salía del molino anterior en el que ya había realizado su función hidrodinámica. Casi todos los molinos eran de dos paradas (dos piedras) aunque había algunos de tres, que al tener mayor producción se le denominaba Fábrica, además técnicamente eran también más avanzados que los molinos tradicionales (las dos fábricas cuyos edificios se conservan en la actualidad son la de Sanguinetti y la de Cabrera). Después el agua concluía su doble función regando las huertas del Tajo.