Sin duda, lo primero que nos llamará la atención cuando penetramos en este bellísimo entorno es su impresionante paisaje. Rápidamente nos damos cuenta que su visita va mucho más allá de un simple paseo. Dejaremos de ser un mero espectador que contemple el Tajo desde arriba, como única perspectiva, sino que ahora formarnos parte de él, desde la proximidad, introduciéndonos en sus entrañas.
Todo un privilegio que nos permite apreciar de cerca la inmensa riqueza de un monumento natural sin parangón en el mundo entero, que guarda detalles desapercibidos o que nos eran imposibles de apreciar hasta este momento.
Nuestro Tajo es a la vez un referente de elementos esculpidos por la naturaleza y construidos por el propio hombre, que ha configurado su paisaje como un hecho cultural, formando parte de la historia y etnografía de la ciudad de Ronda. Por tanto, los factores humanos e históricos son los que han hecho posible la potenciación de las ventajas naturales existentes en él.
El Tajo de Ronda consta de dos partes muy diferenciadas y que su visita nos va a permitir disfrutar: la Hoya del Tajo, la parte más abierta y de altos acantilados verticales, y la Garganta del Tajo, la parte más encajada, por donde el Guadalevín se abre paso tras millones de años de lenta y continuada labor erosiva, esculpiendo un estrecho cañón.
Todo esto conforma un atractivo y sugerente Parque Paisajístico y Arqueológico en donde el conjunto de sus elementos: sierras, cornisas, tipos de roca, cortados, láminas de agua, baños fluviales, acequias, acueductos, puentes, caminos, senderos, pozas naturales, antiguos molinos, huertas… conforman una unidad de tratamiento y paisaje en toda su integridad, donde también se incluye toda la flora y fauna autóctona: hierbas aromáticas y flores silvestres, helechos, laurel, adelfas, almendros… grajas, chovas, halcón peregrino, búho real, vencejos, culebras, tortugas… Sin olvidar la imprescindible investigación arqueológica de la zona, al ser sus acequias, ingenios hidráulicos, molinos, caminos y sistemas defensivos, al menos, de origen árabe.
Nada más comenzar a bajar por la Cuesta de los Molinos, se nos presenta en todo su recorrido una panorámica impresionante de la Hoya o Caldera del Tajo: a la izquierda, la mole del Jarastepar y las estribaciones montañosas de Grazalema, Montejaque y Benaoján; a la derecha, el farallón rocoso –que sostiene la antigua medina rondeña (La Ciudad)– y la Garganta del Tajo y el Puente Nuevo; en frente, el enorme paredón rocoso donde se asienta la parte moderna de Ronda (El Mercadillo) y al centro, abajo, el valle del Guadalevín, que se abre a la enorme depresión del Tajo.