El Tajo de Ronda no solo ha sido un magnífico telón de fondo romántico para los que histórica y diariamente vienen a contemplarlo, sino que fundamentalmente siempre fue usado, moldeado y aprovechado por los propios habitantes de la población, literalmente ha dado de comer y beber a la ciudad rondeña. El Tajo siempre ha sido un ámbito propicio para el desarrollo de diversas actividades que han tenido históricamente una gran repercusión en la economía de la ciudad: Como uso industrial, con sus molinos harineros y batanes; uso agrícola y ganadero, con sus huertas tradicionales y el pastoreo ovino y caprino; uso hidroeléctrico, con varias centrales a lo largo del siglo XX en la ladera y en la hoya; uso de abastecimiento de agua, con la Mina que desde tiempo inmemorial ha suministrado el líquido elemento a la población; uso defensivo, como muralla y foso natural que hacían de Ronda en época medieval una ciudad con fama de inexpugnable (murallas del Campillo y murallas del Albacar); y ahora como uso turístico y deportivo, donde se realiza senderismo, rutas a caballo, barranquismo, vías ferratas, etc…

El Tajo de Ronda es la esencia de Ronda y Ronda no se entiende sin su Tajo, porque es por él cómo se concibe el emplazamiento de esta ciudad y lo que este elemento natural ha aportado a lo largo de su historia.

Hoy en día, el Tajo rondeño, ha perdido el uso histórico de unas de las entradas o salidas a Ronda por la puerta del Viento o de la Algarbia y la puerta del Cristo o de los Molinos, que daban acceso al recinto amurallado del Albacara y a los antiguos molinos harineros y acequias árabes de la ladera del Tajo. Ese uso pre-industrial y defensivo de una de las diferentes entradas a Ronda se ha transformado actualmente en un uso claramente turístico y de ocio activo, que nos ha obligado a su rehabilitación, ordenamiento y control, para sacarle el máximo provecho a su visita, acondicionando sus infraestructuras para hacer un uso totalmente seguro del lugar.